JESĂS MISMO ES EL TEMPLO
âPero les digo que uno mayor que el templo estĂĄ aquĂ.â
Mateo 12:6 (RVA 2015)
Por Milton Villanueva
Es asombrosa la fascinaciĂłn que tienen algunos cristianos con la supuesta construcciĂłn de un nuevo templo de los judĂos en JerusalĂ©n. Para sustentar su entusiasmo citan alguna profecĂa del Antiguo Testamento y la interpretan âliteralmenteâ, en vez de hacerlo âcristolĂłgicamenteâ como lo demanda legĂtimamente el Nuevo Testamento.
Tanto el tabernĂĄculo peregrino, como el templo permanente, indicaban la morada de Dios con su pueblo. AdemĂĄs, en ambos se ofrecĂan los sacrificios y ofrendas por el pecado hasta que llegara lo perfecto. Cuando a principios del Evangelio de Jesucristo se nos dice que âel tiempo se habĂa cumplidoâ significa que habĂa llegado la plenitud para tomar el lugar de lo parcial, la realidad para tomar el lugar de las sombras, y lo permanente para tomar el lugar de lo temporero.
En el mismo primer capĂtulo de su evangelio, Juan nos dice que aquel verbo que siempre existiĂł y que era Dios, âfue hecho carne y habitĂł entre nosotrosâ (1:1 y 14). Literalmente âpuso su tabernĂĄculoâ entre nosotros. Y añade Juan, para que no nos quede duda de lo que estĂĄ diciendo: ây vimos su gloria (shekina), gloria como del unigĂ©nito del Padre lleno de gracia y de verdadâ. Mateo, por su parte, da por sentado que con el nacimiento de Jesucristo, se estaba cumpliendo la profecĂa de IsaĂas: âLlamarĂĄs su nombre Emamuel, que traducido es: Dios con nosotros (1:23)."
Ahora usted puede entender mejor que cuando Jesucristo reclamĂł ser mĂĄs grande que el templo es porque en realidad lo era. La encarnaciĂłn del Verbo, significa que Dios tomĂł en la persona de su Hijo Jesucristo la habitaciĂłn definitiva entre su pueblo. Cuando dijo que destruyeran el templo, y que Ă©l lo reedificarĂa en tres dĂas, se referĂa a su cuerpo como morada permanente de su Deidad. Cuando anunciĂł que no quedarĂa piedra sobre piedra del templo de JerusalĂ©n, anticipaba que con su muerte en la cruz y con el velo roto de arriba abajo, ya no era necesario el templo de JerusalĂ©n para los hombres acercarse a Dios. En Ăl, en el Templo mayor y definitivo, se ofreciĂł el sacrificio perfecto e irrepetible, que hacĂa caduco e inoperante el templo de JerusalĂ©n.
Cuando Ă©l dijo: âVayan por todo el mundo⊠y he aquĂ yo estoy con vosotros todos los dĂas hasta el fin del mundoâ se estaba cumpliendo exactamente lo que le habĂa anticipado a la Samaritana: âCrĂ©eme, mujer, que la hora viene cuando ni en este monte ni en JerusalĂ©n adorarĂĄn al Padre. Ustedes adoran lo que no saben; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvaciĂłn procede de los judĂos. Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarĂĄn al Padre en espĂritu y en verdad; porque tambiĂ©n el Padre busca a tales que lo adoren. Dios es espĂritu; y es necesario que los que le adoran, lo adoren en espĂritu y en verdadâ (Juan 4:21-24). Esa hora ya habĂa llegado.
Si alguien lo entendiĂł muy bien fue Esteban, cuando sabiendo muy bien lo que decĂa y el costo que tendrĂa para Ă©l, pronunciĂł su sentencia de muerte diciendo: âsi bien el AltĂsimo no habita en templos hechos de manoâ (Hechos 7:48).
En el año 70 d.C ocurriĂł la destrucciĂłn del templo de JerusalĂ©n. Nunca ha habido un golpe mĂĄs grande y permanente para la naciĂłn y religiĂłn judĂa que este. En su teologĂa es como si Dios ya no habitara con ellos. Como si no hubiera lugar para encontrarse con Dios y ofrecer por el perdĂłn de sus pecados. Aunque en realidad, la ausencia del templo lo que ha significado es la oportunidad de los judĂos encontrarse con su Dios en Jesucristo: verdadero templo, Sumo Sacerdote, sacrificio perfecto por los pecados de su pueblo, Ășnico mediador entre Dios y los hombres, Dios con nosotros.
Hermanos en vez de enfrascarnos en especulaciones y expectativas morbosas acerca de la reconstrucciĂłn de un nuevo templo judĂo en JerusalĂ©n, oremos por la conversiĂłn del pueblo cuya sangre circulĂł por las venas de nuestro Señor. La construcciĂłn de un nuevo templo y la restauraciĂłn de los sacrificios en Ă©l, no serĂan sino una manifestaciĂłn crasa de incredulidad hacia Cristo e idolatrĂa a un templo hecho de manos. Pero, cada vez que un judĂo se convierte a Cristo puede decir con el salmista: âHAS CAMBIADO MI LAMENTO EN BAILEâ (Salmo 30:11).
El cristianismo bĂblico e histĂłrico no tiene, ni puede tener mejor expectativa que esta: âY no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.â â Apocalipsis 21:22