LAS LETRAS PEQUEÑAS E INVISIBLES DE LA ESCATOLOGÍA DISPENSACIONALISTA
“Antes de firmar un contrato hay que leer las letras pequeñitas”. Este es un excelente consejo para los que van a incurrir en un compromiso. No hay nada más frustrante y doloroso que estampar nuestra firma en algún documento con el cuál a la postre descubrimos que no estamos de acuerdo.
La “escatología dispensacionalista” suele tener unas “letras pequeñas”, incluir unas cláusulas y generar unas expectativas, que cuando se someten a una buena hermenéutica bíblica, en la que “la Escritura interpreta a la Escritura”, el Nuevo Testamento interpreta al Antiguo y los pasajes claros interpretan y prevalecen sobre los oscuros, no nos queda más, que negarnos a invalidar las Escrituras y renunciar a esas “modernas tradiciones” dispensacionalistas.
Por ejemplo, cuando la escatología dispensacionalista nos ofrece un rapto o arrebatamiento de la iglesia, somos bien propensos a comprarlo enseguida. Después de todo, ¿no es algo que Pablo enseña en 1 Tesalonicenses 4:17? ¡Por supuesto que sí! Entonces, -¿cuál es el problema?- usted se preguntará. El problema son “las letritas pequeñas” que acompañan esa doctrina. Está claro que todos los cristianos bíblicos creemos en el arrebatamiento o rapto de 1 Tesalonicenses 4:17. Pero, que es lo que realmente enseña Pablo al respecto, y cómo difiere esto de lo que enseñan los dispensacionalista, ya esos son otros veinte pesos.
Además, de cómo este sistema de interpretación escatológico dispensacional pretende hacernos ver algo que no está en el pasaje o texto, que es a lo que yo llamo "letras invisibles", de eso es que trataremos en esta serie.
El rapto
Según afirman los profesores John F. Walvoord y Roy F. Zuck en su libo –The Bible Knowlege Commentary – del Nuevo Testamento, 1 Tesalonicenses 4:13-18 “es el pasaje clásico de la Biblia en referencia al Rapto de la iglesia”. Conviene, pues, que examinemos bien estas “letritas pequeñas” antes de precipitarnos a estamparle la firma al contrato.
Comencemos por poner en contexto el pasaje para que podamos tener los mejores elementos de juicio. La razón principal por la que Pablo escribió este pasaje no fue para enseñarles acerca del “rapto” sino para responder a la preocupación de los tesalonicenses respecto a los suyos que habían muerto recientemente antes del retorno de Cristo. ¿Qué iba a pasar con ellos? ¿Se perderían el glorioso retorno del retorno de Cristo?
Esta es la razón por la cual Pablo introduce este nuevo asunto de su carta así: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los que no tienen esperanza” (vs.13). ¿Qué era lo que debían saber para enfrentar sus “pérdidas” en una actitud cristiana correcta? Sencillamente, que cuando el Señor venga “traerá consigo a los que durmieron en Él”, y que “nosotros los que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederos a los que durmieron”. Al contrario, “los muertos en Cristo resucitarán primero”. Entonces, todos juntos seremos arrebatados para recibir al Señor en el aire. Lo que había de suceder con todos los muertos en Cristo debería ser un aliento y consolación para todos los creyentes sobrevivientes.
· ¡Secreto!
De esto, que es la escatología clara y explícita de Pablo, a hacernos leer y creer que se trata de un arrebatamiento o rapto secreto, es demasiada pretensión. Primero, porque, no solamente no lo dice el texto sino que el contexto dice todo lo contrario: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo”. Si esto no es un acto manifiesto, público, ultra sonoro y deslumbrante, a todas luces para el lector, será porque nuestros prejuicios no nos dejan entenderlo o hemos perdido nuestra capacidad de comprender lo que leemos. Frente a esta objetiva y evidente realidad podemos reafirmar con Juan: “Y todo ojo le verá” (Apocalipsis 1:7).
· ¡Pretribulacionista!
Pero, ¡no deje de sorprenderse! También la escatología dispensacionalista pretende que leamos algo que no dice el texto: que ese rapto es pretribulacional. Es decir, que Cristo viene a arrebatar la Iglesia para librarla de un período de 7 años de Gran Tribulación que seguirá a su retorno. Bueno, nadie encontrará eso en las cartas a los Tesalonicenses, ¡a menos que se lo impongamos al texto! Lo cual, estimo que es algo ¡muy peligroso!
La “lógica prejuiciada” del dispensacionalista trata de convencernos de que según lo expuesto en estas cartas, Pablo fue bien claro en que mediante su segunda venida, Jesús librará de la Gran Tribulación a los que sean dejados sobre la tierra. Y estos son los pasajes que sustentan su enseñanza: “nos librará de la ira venidera” (1Tesalonicenses 1:10); “Dios no nos ha puesta para ira, sino para alcanzar salvación” (1 Tesalonicenses 5:9); y “que Dios os haya escogido para salvación” (2 Tesalonicenses 2:13).
La pregunta es: ¿Cómo pueden asegurarnos de que esa “salvación y liberación de la ira se refiere a una Gran Tribulación de siete años que vendrá sobre “los que se quedaron en el rapto”? Una lectura objetiva de estos textos en su contexto, no nos dirá nada de una Gran Tribulación de siete años sobre los que queden en la tierra. Al contrario, estos textos lo que prueban es que cuando Cristo venga nos dará el descanso eterno a los que ahora somos atribulados y perseguidos como los creyentes de Tesalónica; y, el merecido castigo eterno “a los que se pierden por no haber recibido el amor de la verdad para ser salvos”(2 Tesalonicenses 2:10) que ahora nos atribulan y persiguen.
En otras palabras, el retorno de Jesucristo, será el día de nuestra redención total y consumada, pero también el día del juicio final para los que no creyeron al Evangelio sino que se complacieron en la injusticia. Más claro no lo puede decir Pablo aquí:
“Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis. Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos lo que creyeron” (2 Tesalonicenses 1:5-10).
Este lenguaje es propio de dos aspectos del mismo y único retorno o venida de Cristo: Reposo eterno para los creyentes y Castigo eterno para los incrédulos. El inicio de una Gran Tribulación después del retorno de Cristo, es algo “sacado de la manga” porque, en su escatología clara, Pablo no nos dice nada de eso en las cartas a los Tesalonicenses.
Pretender diferenciar entre la “parousía” y “el día del Señor” en estas cartas, para justificar “siete años de Gran Tribulación” entre lo uno y lo otro, es hacerle “violencia” a las Sagradas Escrituras. En estas cartas “parusía”, “apocalipsis o revelación” y “epifanía” se usan indistintamente para referirse a un solo y mismo evento. Insisto, el descanso eterno del pueblo de Dios y el castigo eterno de los incrédulos, son dos aspectos del mismo evento: el retorno de Cristo.
Es más, el pasaje de 2 Tesalonicenses 2 que usan los dispensacionalistas para hacernos ver un arrebatamiento pretribulacional, en realidad lo que demuestra, es que tanto la apostasía como la misteriosa acción del hombre de pecado y su manifestación son cosas que tendrían que ocurrir antes del retorno de Cristo. Y esto sería tan obvio que los tesalonicenses no deberían llegar a ideas erróneas. Si no eran testigos de ambas condiciones, no deberían concluir de ninguna manera que el retorno de Cristo sería inmediato. Repentino, sí; inmediato, no.
Los tesalonicenses tendrían que presenciar y constatar ambas cosas para poder llegar a concluir la inmediatez de la venida de Cristo.Hasta que la apostasía y el hombre de pecado no se manifestaran, no tendría, ni tendrá lugar nuestra reunión con Él. Y “nuestra reunión con Él” en 2 Tesalonicenses 2:2 es la misma a la que Pablo se refiere en 1 Tesalonicenses 4:17.
La única y verdadera justificación de la escatología dispensacionalista, de una venida por la Iglesia y otra con la Iglesia, separada por siete años de Gran Tribulación es su interpretación no actualizada del Nuevo Testamento, según la cual ellos entienden que la Iglesia es un “paréntesis” en el plan de Dios. Según ellos, para Dios volver a tratar con “su pueblo Israel” tiene que cerrar el paréntesis, sacar a la Iglesia del panorama terrenal, y durante la Gran Tribulación salvar a “todo Israel”.
· ¡Con una resurrección únicamente para la Iglesia!
La fijación escatológica del dispensacionalismo con el Israel nacional o étnico como pueblo de Dios es tal, que los profesores antes citados, aseguran que la resurrección de 1 Tesalonicenses 4:13-18 es sola y exclusivamente “de la Iglesia”, es decir, de los que “han dormido en Cristo”, porque la de los santos del Antiguo Testamento no ocurrirá sino al final de los siete años de la gran tribulación.
Para ellos, esto será, algo así como lo que habrá ocurrido siete años antes con la Iglesia. Pero, esta vez es una resurrección especial para “los santos del Antiguo Testamento” y los que hayan muerto durante la Gran Tribulación. Una vez más, llamamos la atención a tener ¡mucho cuidado con esos “letritas pequeñitas”, con la tendencia a “leer más de lo que está escrito” y con “las palabras invisibles de la Escatología Dispensacionalista.
Continuará
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