Se Regala
Aquella fue una de las más aleccionadoras, ejemplificantes y reflexivas experiencias de mi vida. Acompañé a un buen amigo al más importante establecimiento de equipos fotográficos de nuestro país. Él compró una cámara 35mm mejor que la que tenía. Oportunamente le pregunté qué iba a ser con la usada. Reconociendo que mi pregunta venía cargada, no titubeó en responderme: -¿La quieres? Es tuya. - Entonces, reaccione con la vertiginosidad de un resorte que alcanza sus límites: - “Me encantaría tenerla, pero yo sé lo que cuesta, y no tengo esa cantidad de dinero. “ A lo que él respondió con voluntad y firmeza: --Yo no te la estoy vendiendo. Te la estoy regalando. Es tuya.”
Torpemente, intenté convencerlo de que en tal caso, me permitiera la satisfacción de darle una cantidad simbólica de dinero a cambio de la cámara. Él permaneció firme en su determinación inicial. Y yo insistí imprudentemente que me concediera la satisfacción de entregarle una suma simbólica. Hasta que él decidió trancarme el juego: --“O la tomas como un regalo, o me quedo con ella.”—A lo que yo respondí más rápido que ligero: -No. ¡Dámela, dámela, dámela!
Algo semejante ocurre con la salvación. Es un regalo. Es solamente por gracia. Pero, por naturaleza, esto nos hace sentir humillados. Esta es la razón por la cual en algunos casos sacamos a relucir nuestra bondad como un pago que debe ser aceptado por Dios. A veces, tenemos la osadía de decir que somos más buenos que muchos otros, o por lo menos, que no somos tan malos como ellos. Y a esto le añadimos nuestras buenas obras que tenemos anotadas en la memoria de “nuestros méritos acumulados”. Y no es nada raro terminar con el mismo estribillo “Dios tiene que tomar en cuenta todas las cosas buenas que he hecho.”
Del otro lado Dios insiste en que es un regalo, que es “solamente por gracia”: Y si es por gracia, ya no es por obras; porque en tal caso la gracia ya no sería gracia. -Romanos 11:6 (NVI)
En mi caso, casi me quedo sin cámara. En tu caso, por insistir en aportar algo a tu salvación, te quedarás sin ella. Te perderás eternamente. Porque el único precio aceptable por Dios es la sangre preciosa de Jesucristo. Tratar de añadirle algo más a esto, es el insulto más grande que puedes hacer a la obra perfecta y consumada de Jesucristo para salvarte. O la recibes como un regalo de Dios o te quedarás sin ella. Y te advierto, no podrás hacer cambiar de parecer a Dios aunque lo intentes por toda la eternidad. -- Hablemos claro. --