top of page
Lo más reciente

El Discípulo y su Comprensión del Pecado


El Discípulo y su Comprensión del Pecado

Por Milton Villanueva

"¿Qué es el pecado?" Es un problema que no podemos dejar de lado. Por haberlo resuelto erróneamente le han sobrevenido desastres sin fin al género humano y a su Iglesia, y en la solución adecuada al mismo se halla el comienzo de la senda de la salvación." - John Gresham Machen


No puedes comprender bien tu salvación si no comprendes la magnitud del pecado del que has sido salvado. Por eso es necesario que entiendas claramente lo que la Biblia enseña al respecto.

El Pecado Original Definido

La palabra pecado viene del griego “hamartía” y significa “errar al blanco”, como cuando el arquero no logra dar en el centro del blanco. Doctrinalmente se puede decir que “es cualquier falta de conformidad con la ley de Dios o transgresión de ella” (Catecismo Menor de Westminster, Respuesta #14). Pero, cuando hablamos de “pecado original” nos estamos refiriendo a un aspecto más específico que al implicado en esta definición general.

No es nada raro que cuando uno oye el término “pecado original” piense en el pecado de Adán y Eva. Lógicamente, ellos cometieron el primer y más original de todos los pecados que jamás se hayan cometido, exceptuando el pecado de Satanás. Y, sin embargo, en el estudio teológico y doctrinal, el pecado original, aunque tiene que ver con el de nuestros primeros padres, no se limita a ellos. El pecado original tiene que ver con las consecuencias de aquel primer pecado: la culpa y corrupción de Adán que nos fue imputada y que recibimos por herencia, desde la concepción, todos sus descendientes, que estábamos representados en él.

El Pecado Original Explicado

El pecado original describe la condición del ser humano caído. La Palabra de Dios nos lo enseña y explica claramente en Romanos 5:12-21. Pero, leamos específicamente algunos versículos: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (12), “porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación” (16), “por la transgresión de uno solo reinó la muerte” (17), “por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres” (18).

David se refiere a esta misma realidad cuando nos dice tan vívidamente: ”He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.” (Salmo 51:5). Y en el Salmo 58:4 dice: “Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron.”

Tú y yo no somos pecadores porque pecamos sino que pecamos porque somos pecadores. Y si todavía tienes dudas de si somos tan culpables como Adán, y enfrentamos las mismas consecuencias de su pecado, la Biblia nos habla de una prueba inexpugnable: la muerte. Ella es el testimonio más claro, contundente, cotidiano y seguro de que el pecado de Adán nos ha alcanzado a todos sin excepción.

Dejemos que sea la Confesión de Fe de Westminster la que nos asista en el entendimiento bíblico de esta doctrina. Ella dice a la letra así: “Siendo ellos (Adán y Eva) la raíz de la raza humana, la culpa de este pecado les fue imputada, y la misma muerte en el pecado y la naturaleza corrompida se transmitieron a la posteridad que desciende de ellos según generación ordinaria.” –CFW 6.3

El Pecado Original y su Gradación

El pecado original es la corrupción heredada de nuestros padres, así como la condenación por su transgresión original. Y, por supuesto, el grado y alcance de estos. En el lenguaje reformado, nos referimos a estas realidades como “depravación total”. Término que de entrada puede ser mal interpretado, y por lo cual algunos teólogos reformados prefieren llamarlo “corrupción radical”. Pero, "como el hábito no hace al monje", lo importante no es la etiqueta sino el contenido.

Por “depravación total” o “corrupción radical”, no se quiere decir que todo ser humano es tan malo como puede llegar a ser, sino que todas las áreas o partes de la vida humana (su vida intelectual, emocional y volitiva) han sido corrompidas en alguna medida por el pecado.” Y que esta corrupción es lo suficientemente extensiva, radical (desde las raíces) y en tal grado, que por naturaleza nacemos inclinados hacia el pecado e inhabilitarnos para cualquier iniciativa o bien espiritual que conduzca a la salvación.

Si usted quiere tener una idea bien clara de la condición de toda la humanidad a partir del primer pecado de nuestros padres, Adán y Eva, aquí está: “No hay un solo justo, ni siquiera uno; no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios. Todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo! Su garganta es un sepulcro abierto; con su lengua profieren engaños. ¡Veneno de víbora hay en sus labios! Llena está su boca de maldiciones y de amargura. Veloces son sus pies para ir a derramar sangre; dejan ruina y miseria en sus caminos, y no conocen la senda de la paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-18). Y, en consecuencia, añade el apóstol Pablo: “para que todo el mundo se calle la boca y quede convicto delante de Dios (vers. 19). Como si esto no fuera suficiente, y todavía pensáramos que cuando Dios nos pide o manda algo, es porque tenemos la bondad o habilidad natural de hacerlo, nos dice el apóstol: “nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley; más bien, mediante la ley cobramos conciencia del pecado” (vers. 20).

Un Informe Forense más Completo

Por supuesto, que no podemos citar aquí todos los versículos bíblicos, pero leamos, por lo menos algunos de ellos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, que describen la condición del hombre antes de ser regenerado por el Espíritu Santo y la Palabra de Dios.

En Génesis 6:5 se nos dice que vio “el Señor que la maldad del ser humano en la tierra era muy grande, y que todos pensamientos tendían siempre hacia el mal.”

Eclesiastés 9:3 - “el corazón del hombre reboza de maldad.”

Jeremías 17:9 – “Nada hay tan engañoso como el corazón, no tiene remedio.”

Y escuche esto de la boca del mismo Cristo: “Lo que sale de la persona es lo que la contamina. Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona” (Mateo 15:18-20). Cuando los humanistas, o los que “sorfean” montados en las olas de la Nueva Era, o los del Pensamiento Positivo y Tenaz, te invitan a encontrar el bien dentro de ti mismo, te están engañando.

El hombre, de acuerdo a la maldad de su entenebrecido corazón, siempre optará por no venir a la luz. “Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos” (Juan 3:19). Y sus hechos son malos porque proceden de un mal corazón.

Y de la mente, ¿Qué nos dice Dios en su Palabra? “La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios” (Romanos 8:23-24).

Y un cuadro más completo de nuestra condición, antes del nuevo nacimiento a la nueva vida, nos lo da Pablo en la Epístola a los Efesios 2:1-3: “En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia. En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás éramos por naturaleza objetos de la ira de Dios.”

El Pecado Original y “El Libre Albedrío”

Hay mucha más evidencia en la Palabra de Dios, pero “para muestra basta un botón”. Con este informe oficial forense inspirado por el Espíritu de Dios, le pregunto si usted todavía puede concebir otra forma en que un pecador llegue a ser salvo, que no sea por la pura, soberana y eficaz gracia de Dios. ¿Puede un muerto escuchar? No. ¿Puede un esclavo del diablo liberarse a sí mismo? No. ¿Puede un muerto resucitarse a sí mismo? ¡Imposible! ¿Puede un corazón, un pensamiento, una voluntad que lo que desea es el pecado, que no puede ni quiere sujetarse a la voluntad de Dios, hacer algo de su propia iniciativa para ser salvo? ¡Sería tan ilusorio como pensar en pajaritos preñados! ¿Podría este hombre cooperar con Dios en su salvación, o Dios esperar que lo haga? Sería una idea tan descabellada como para pensar que Dios ha perdido la cabeza. ¿Dejaría Dios el valor y la eficacia de la obra salvadora de su Hijo Amado, Jesucristo, a la discreción de los que somos por naturaleza sus enemigos, para ver si la quieren aceptar? ¿Arriesgaría el plan eterno de salvación, el Pacto Eterno de Redención, la Sangre del Pacto Eterno, sometiéndolos a un supuesto “libre albedrío” del hombre, que no es otra cosa que un esclavo voluntario del pecado, y un subordinado reducido a la desobediencia por Satanás?

Y, finalmente, ¿crees que si en realidad Dios se propuso salvarte, habiendo Él mismo dado este informe forense en su Palabra, esté esperando que “cooperes” con Él, o que seas socio suyo en lograr tu salvación?

Si la salvación no es de principio a fin por la sola gracia de Dios; si no inicia con la regeneración o el nuevo nacimiento; si no es Dios quien primero nos imparte vida por su Espíritu y su Palabra, entonces, nuestra salvación no sería sino una misión imposible de lograr. Pero para Dios no hay nada imposible.

Con este panorama, resulta iluso pensar que podamos encontrar el bien o sacar lo mejor de dentro de nosotros mismos. O que el mal esté en el sistema educativo, social o de gobierno, como si no fuera el mismo hombre el arquitecto de ellos. Pero, más iluso, resulta pensar que Dios haya hecho solamente “posible” nuestra salvación y deje al “libre albedrío del hombre” su elección. Si no fuera por la gracia de Dios, el infierno estuviera lleno, y el cielo completamente vacío.

bottom of page