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Sin derramamiento de sangre...


Mañana y Tarde de Charles H. Spurgeon

2 de Febrero - Meditación de la Mañana

«Sin derramamiento de sangre no se hace remisión.» (Hebreos 9:22)

Esta es la voz de la verdad inalterable. En ninguna de las ceremonias judías - aun simbólicamente - se hacía remisión de pecados «sin derramamiento de sangre». En ningún caso y por ningún medio puede el pecado ser perdonado sin expiación. Es claro, entonces, que no hay esperanza para mí fuera de Cristo: porque no hay otro derramamiento de sangre que sea considerado como expiación por el pecado. ¿Estoy, entonces, creyendo en Él? ¿Está realmente aplicada a mi alma la sangre de Su expiación? Todos han pecado y tienen necesidad de Cristo. Por más morales, generosos, amantes y patriotas que seamos, esta regla no será modificada para hacer una excepción con nosotros. El pecado no cederá ante nada que sea menos potente que la sangre de Aquel «a quien Dios puso como propiciación.» ¡Qué bendición es de descubrir que existe un medio de perdón para nosotros! ¿Por qué hemos de buscar otro? Las personas que profesan una religión meramente formal, no pueden entender cómo podemos regocijarnos de que todos nuestros pecados han sido perdonados en Cristo. Sus obras, oraciones y ceremonias, les ofrecen un consuelo muy pobre: y bien que estarán incómodos, ya que están descuidando una salvación tan grande, tratando de conseguir la remisión sin sangre. Alma mía, siéntate y contempla la justicia de Dios que se ve obligada a castigar el pecado. Mira todo nuestro castigo ejecutado sobre el Señor Jesús: inclínate en humilde alegría, y besa los queridos pies de Aquel que hizo expiación por tu iniquidad con Su sangre. Es en vano que nuestra conciencia se despierta, si es para confiar en sentimientos y en vanos razonamientos: es éste un hábito que aprendimos en el Egipto de nuestra legal esclavitud. La única cura para una conciencia convicta de pecado, es la visión de Jesús sufriendo en la cruz. La ley levítica afirma que «la vida de toda carne es su sangre.» Estemos seguros de que la sangre es la vida de la fe, del gozo y de cada una de las otras divinas gracias, las cuales se encuentran en la sangre del Cordero. ¡Oh! Qué dulce contemplar el fluir De mi Salvador la preciosa sangre; Conociendo la divina garantía Que mi paz con Dios restableció. [Traducción al español por Cyberspace Ministry. Todos los derechos reservados.]

Charles Haddon Spurgeon (1834-1892) fue uno de los predicadores más reconocidos de la segunda parte del siglo XIX. Los numerosos escritos de Spurgeon, así como sus sermones brillantes siguen siendo ampliamente publicados hoy, mostrando su importancia a través del tiempo. Su obra clásica Mañana y Tarde sigue siendo, aún hoy, uno de los libros más populares de devociones diarias.

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